Cada año cientos de miles de parejas se rompen entre nulidades, separaciones y algún que otro divorcio. Una de las primeras cuestiones que surgen a raíz de la trama entre la pareja es la cuestión de la vivienda familiar y el alojamiento.
Cómo os podéis imaginar, son muchas las dudas que hay durante y tras un divorcio, aunque uno de los primeros interrogantes que nos surgirán es: ¿Dónde voy a vivir a partir de ahora?
Consejos para evitar problemas en un divorcio
Si la pareja vive de alquiler en un inmueble, la solución en caso de divorcio es sencilla, sin contar con las disputas que puedan surgir entre las dos partes. Pero si el inmueble en el que vive la pareja es de propiedad la situación se complica notablemente. Y en el caso de que la pareja que va a realizar el proceso de divorcio tenga hijos, la situación se complica todavía más, por lo que es mejor optar por la vía judicial con el consejo de un abogado o procurador.
Para evitar todas estas complejas problemáticas, los expertos recomiendan hacer capitulaciones matrimoniales y elegir el régimen adecuado a cada circunstancia, separación de bienes o gananciales. Lo más recomendable es hacer ese contrato a medida, igual que con un testamento, e informarse con especialistas de cómo puede ordenar su patrimonio común o no común.
Lo ideal es que sea un divorcio de mutuo acuerdo, de esta manera los problemas entre los cónyuges serán menos abundantes al ejecutar la sentencia de divorcio. Esto no solo es importante para los cónyuges sino también para sus descendientes ya que no es una situación agradable para ellos y así se evitarán situaciones traumáticas para el futuro de los descendientes. Pero sabemos que no siempre es tan fácil como parece y muchas veces algo que parece sencillo se vuelve algo complicado y otras lo complicado se vuelve más complicado.
Si la vivienda es de uno de los cónyuges…
La propiedad no se altera, independientemente del divorcio o matrimonio. Otro tema es el uso que se le va a dar a la vivienda. Si no hay hijos de por medio, el uso de la vivienda, que no propiedad, será concedido al cónyuge más desfavorecido la mayoría de veces, aunque depende de varios factores y algunos requisitos para que esto ocurra. Por otro lado, si hay hijos, el uso de la propiedad será para el cónyuge que tenga la custodia compartida del menor o menores de edad, que en la mayoría de casos suele ser la mujer pero algunos hombres también cuentan con la custodia compartida de los descendientes.
Conclusión: si la vivienda fue comprada por uno de los cónyuges antes del matrimonio, ésta seguirá perteneciendo al mismo.
Si la vivienda se adquirió por el matrimonio antes del proceso de divorcio…
La vivienda consta como propiedad del matrimonio, por lo tanto, ambas partes poseen la mitad. Durante la disolución del matrimonio, los cónyuges deciden si se reparten la vivienda en dos partes o si bien acaba siendo propiedad de uno sólo.
Por otro lado, como en el anterior caso, el derecho al uso de la casa es otra cuestión. El cónyuge con menos ingresos y, en general, con un nivel adquisitivo inferior, tendrá muchas más opciones de vivir en la vivienda tras el divorcio, a no ser que haya hijos en común de por medio, en el cual caso el juez dictará que el cónyuge con la custodia del menor habitaría la propiedad.
En caso de compartir la propiedad de la casa, ambas partes deben pagar en cuestión de gastos de manera equitativa, aunque una de las dos no habite la casa. No obstante, se suele dar en muchos casos que, quien habita la casa, es quien cubre los gastos a corto plazo.
Conclusión: puede ser que uno de los cónyuges posea el total de la propiedad, aunque sea el otro el que la habite.
¿Qué ocurre si no hay matrimonio en el divorcio?
Si la pareja no está casada, la situación no va a pasar por el juzgado. Han convivido en una vivienda, pero en la ley no hay norma que diga que haya relación legal con la atribución del uso de la vivienda. No obstante, podría darse el caso de que alguna sentencia, si llega a un tribunal, atribuya la vivienda de manera temporal al más desfavorecido.
Si hay hijos, aunque la pareja no esté casada, se habla de filiación donde se dilucidará sobre un interés superior que es la familia, sobre todo si son menores. En este caso es más que probable que, pese a no estar casados, se atribuya el uso de la vivienda a los hijos y por ende, al progenitor que se quede con ellos.